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sábado, 17 de mayo de 2008

LAS CARAS DE BELMEZ

Bélmez de la Moraleda es un pueblo perdido en medio de los montes que comprenden la Sierra Mágina, en Jaén. El 23 de agosto de 1971 María Gómez Cámara freía pimientos en el fogón de su cocina de leña. Estaba enferma con calenturas malta pero no podía eludir sus obligaciones. En las mismas ve en el suelo junto al fogón una mancha que había tomado la curiosa forma de una cara. María pensó que era figuraciones de su mente debido a la fiebre y avisó a una vecina, que también la vio. Poco a poco empezó a correrse la voz entre los habitantes del pueblo, al ser grande el susto que tenía la familia. La gente empezó a peregrinar a la casa y comenzaron a decir que se parecía a la Santa Faz de Jaén y, más tarde, al Cristo de la Vida, patrón de Bélmez.
Miguel Pereira, el hijo de María “la larga” y Juan “el obispo”, cansado de la feria que se había montado en su casa y de ver a su madre intentar en vano quitar la mancha, decidió picar el suelo de cemento y destruir la imagen, echando una nueva capa de pavimento. Días más tarde otra imagen muy parecida volvió a surgir. También fue picada pero ésta decidieron mantenerla incrustada en una pared y protegida con un cristal para su conservación.
En el lugar donde apareciera esta segunda cara de nuevo Miguel Pereira, acompañado por el maestro de obras del ayuntamiento, hicieron un pozo de metro y medio de diámetro a fin de buscar el origen de tan enigmáticas imágenes. Pensaban que era cosa de la radiactividad. Cuando llegaron a la profundidad de 2’80 metros empezaron a surgir huesos humanos... pero ninguna calavera. La explicación era fácil: la casa de la familia Pereira-Gómez estaba asentada sobre el cementerio que tenía anexo la iglesia junto a la que se encontraba. Se construyó durante el siglo XIX y ya se habían vivido en ella raros acontecimientos, escuchándose lamentos y dándose fenómenos poltergeist en la casa de al lado. Hasta una aparición se había sufrido lo que motiva que la familia (abuelos del Juan el Obispo) buscase a una santera para que les hiciera una limpieza.
Otros rostros seguían saliendo que eran rápidamente quitados hasta que ya se hizo imposible. La noticia llegó a los periódicos y miles de personas pasaban por el interior de la casa llenos de curiosidad.
Las autoridades tomaron cartas en el asunto y mandaron a varios científicos a analizar el fenómeno. A comienzos de 1972 Germán de Argumosa llega a Bélmez de la Moraleda, profesor de filosofía en la Universidad de Madrid y estudioso de temas parapsicológicos. Cuando el profesor hizo públicas sus conclusiones dio el espaldarazo definitivo al fenómeno: don Germán había conseguido psicofonías en la casa y era la primera vez que en España se hacía público la existencia de ese fenómeno. Igualmente consiguió fotografías anómalas de manos o garras que con el tiempo también serían fotografiadas por más personas.
Cuando la prensa acusa a los habitantes de la casa de falsificar las imágenes Germán de Argumosa, acompañado de su amigo Hans Bender, quien consideraba a las Caras de Bélmez como el fenómeno parafísico más importante de nuestro siglo, propone el precintado de la cocina bajo presencia notarial. Para ello se cuadriculó el suelo y se fotografió cada una de las cuadrículas para así poder comprobar si se había producido alteración de algún tipo en las imágenes. Transcurrido el tiempo se pudo comprobar que habían salido caras nuevas y que otras incluso habían girado 180 grados.
Se había iniciado la que se ha dado en llamar “operación tridente”, mediante la cual se pretendía negar el carácter paranormal del fenómeno. Por un lado el cura del pueblo aseguraba que todo era una broma entre vecinas y que las psicofonías de Argumosa no eran más que unas emisiones de radio fraudulentas. El ministro de la gobernación manda a buscar al alcalde del pueblo para presionarle y obligarle a parar toda aquella locura, a lo que el alcalde se niega. Por último José Luis Jordán Peña (el mismo que durante más de 30 años haya estado mintiendo a todo el mundo con su trama UMMO) es designado para formar un grupo de científicos que analizase las figuras, llegando a la conclusión de que las mismas estaban hechas con hollín y vinagre.
A la gente le quedó en la memoria que todo lo relacionado con las caras de Bélmez no era más que un burdo fraude. Las caras se olvidan, aunque los fenómenos se siguieran produciendo, pero son “reavivadas” gracias al interés despertado por periodistas como Lorenzo Fernández o Iker Jiménez e investigadores como Pedro Amorós.
En febrero de 2003 surge una teoría que da un nuevo giro a las investigaciones. El hipnólogo Ricard Bru, que trabajaba por entonces para el programa Flashback de Canal Sur, hace un experimento en la casa de María Gómez Cámara e hipnotiza a la vidente Ana Castillo que describe: “una matanza de una familia, un hombre asesinado, tiros, piedras cayendo, un edificio cayéndose, muchas cruces, hombres montados a caballo, niños pequeños quemándose, una madre que la apartaban de su hija: se la llevaban como con uniformes”. María, atónita, dice: “mi familia murió así” y se quedó tan tranquila. La hermana, el cuñado y cinco de sus sobrinas mueren durante el asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza, en Andujar (Jaén). Otras dos sobrinas quedan vivas. Una de ellas, Isabel Chamorro Gómez, tiene en su poder un cuadro conmemorativo que recuerda la pérdida de sus familiares, Ricard Bru se lo pide y encuentra que el parecido entre muchas de las caras aparecidas en el suelo y las de los familiares muertos es bastante grande. María nunca lo reconoció... pero María encendía todas las noches una vela por ellos desde entonces.
Con la muerte de María Gómez Cámara el 3 de febrero de 2004 años antes lo había hecho su marido diciendo que la cara de la pava lo miraba sonriendo y daba vueltas a su alrededor la polémica surge de nuevo.

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