
La misteriosa Conca de Tivissa y la hermita de Sant Blai han sido escenario de numerosos fenómenos.
El 27 de agosto de 1968. El rotativo barcelonés Tele Express publicaba en sus páginas una extensa carta al director en la que se daba cuenta de la observación y posterior aterrizaje de un Objeto No identificado en la zona de la conca de Tivissa. Hasta aquí nada extraordinario para los lectores, acostumbrados entonces a ver casi a diario en los medios de comunicación nuevos incidentes OVNI.
Sin embargo el remitente, que decía ser el cuñado
del testigo, describía en su misiva a dos seres con forma de
“pulpo”, pero con cuatro extremidades en lugar de ocho, que
habían descendido a plena luz del día de un misterioso
objeto semicircular, como una “media sandía” que se hallaba
suspendido a poco menos de un metro del suelo. Esto era ya
más llamativo.
El firmante de la carta, Sebastián Mateu, aseguraba
que su cuñado Juan se había desmayado de la impresión y que
él mismo había podido comprobar al día siguiente como en el
lugar del incidente, situado en la Sierra de Almós, desde
donde era visible el mar, habían aparecido dos
circunferencias negras en el suelo así como restos de hierba
quemada. No era un incendio convencional porque según
explica Mateu, “cuando regresé de ver los manchones
quemados, el reloj se me había parado”.
Sorprendido, el hombre puso en conocimiento de
aquellos extraños incidentes a una pareja de alemanes que
descansaba en una tienda de campaña próxima al lugar que no
sólo escucharon con atención su relato sino que, incluso,
experimentaron en sus carnes la misteriosa parada de los
relojes. Tras advertirle que aquellos “pulpos” podían ser
seres de origen extraterrestre, Hans Volkert –así decía
llamarse el campista- tomó fotos del reloj con objeto –según
dijo- de publicar la noticia en “Wien”, Austria, donde se
halla domiciliado. Nunca más se supo de él ni de su esposa…
ni tampoco de Sebastián Mateu… Me explico.
No es extraño que frente a la publicación de una
noticia tan llamativa los investigadores del fenómeno OVNI
se movilizaran y trataran de corroborar la historia
visitando el lugar del suceso y entrevistando a los
testigos. Pero justo aquí empezaron a complicarse las cosas.
El histórico CEI (Centro de Estudios
Interplanetarios) de Barcelona se puso en contacto con la
redacción del rotativo Tele Express y consiguió la carta
original. Allí no supieron darle razón de dónde localizar al
autor del escrito, tan sólo poseían la misiva en la que no
figuraba el remite. La única pista se hallaba al principio y
al final del texto cuando su autor daba cuenta que vivía en
la Sierra de Almós, en una masía situada a 7 kilómetros de
Tivissa. Y, al final, cuando firmaba como “Sebastián Mateu -
Caserío de Darmós, Tivisa, Tarragona”.
Con esos datos, a finales de agosto de aquel año,
varios investigadores se desplazaron a la zona en
busca del caserío, pero nada. Ni rastro. Tampoco ningún
vecino supo reconocer a Mateu alguno. Y lo que era más
desolador. Desde el sitio donde presuntamente había
ocurrido la experiencia y al que habían acudido numerosos
curiosos, no era visible el mar. ¿Podía ser aquello un bulo,
un sainete, la broma pesada de algún desalmado?
Con la intención de resolverlo el 13 de septiembre
de 1968 Tele Express publicó en su sección de cartas un
llamamiento de Vallés Tuset, con objeto
de recabar información sobre Sebastián Mateu y los hechos
que tuvieron lugar en la Sierra de Almós. Para entonces el
asunto ya había trascendido a más medios y agencias de
prensa ocasionando que una legión de curiosos se desplazara
los fines de semana a Tivissa en busca de extraterrestres y
otros fenómenos singulares.
Pero el llamamiento tuvo respuesta. ¡Y qué
respuesta! El 25 de septiembre, contrariado por el
comunicado Mateu dio de nuevo señales de vida. Pero
en esta carta, visiblemente molesto, no facilitó datos de
contacto. Se limitó a decir que era contable de una empresa
metalúrgica y que, por el hecho de no haber dado con él no
podían negar ni su existencia ni su experiencia. Con ironía
contaba que él mismo había preguntado en las señas
nadie le había sabido decir nada del “famoso Centro de
Estudios Interplanetarios” y que tampoco constaba en la Guía
Telefónica. Y, sin embargo, no negaba su existencia. Pero
cabía preguntarse: ¿Era el verdadero testigo o, a la luz de
la escandalera, algún oportunista terció en el asunto para
confundir más? No hay nada claro.
Lo único cierto es que gracias a esta rocambolesca
historia mucha gente se interesó por el asunto de Tivissa,
incluidos los suicidas de terrassa.
Hoy en día es el único que posee copia completa de los
informes pues el expediente original desapareció del archivo
del CEI en 1972. “Es el único que ha sido robado de esta
institución” –me confiesa Vicente Pérez que ocupó cargo
directivo de este centro hace algunos años y quien añadió
que sólo 15 personas poseían llave del local. La cerradura
nunca fue forzada. ¿Quién podía estar, entonces, interesado
en este informe? Y lo que es más importante: ¿Qué quería ocultar?
Hay muchas contradicciones en el caso Tivissa,
muchas preguntas por resolver, pero no cabe duda que la
experiencia narrada por el evanescente Sebastián Mateu
sirvió de espoleta para disparar un fenómeno sociológico.
Fueron cientos los que visitaron la zona en busca de la
“base extraterrestre” o la mágica cueva donde Muntañola
creía haber encontrado el paso a otros Universos. La escasa
vegetación, la aridez de aquellas tierras azotadas por los
incendios, el silencio sepulcral que se percibe y la
abundante mitología local hacen de la zona un escenario
fantasmagórico.
La leyenda de Tivissa se ha extendido en el tiempo
aunque están lejanas aquellas peregrinaciones domingueras en
busca de nuevos casos, de nuevos testigos, de nuevas
sensaciones. Uno de los últimos incidentes tuvo lugar en
1996. Arturo Altés y su hijo Jordi se vieron sorprendidos el
3 de febrero de 1996 por un espectacular fenómeno luminoso
mientras recogían las basuras del pueblo.
De Sebastián Mateu nunca más se supo. En el CEI se
convencieron que el personaje nunca existió. Es más en su
informe aseguran que el fraude –si finalmente lo fue- se
perpetró por alguien de Barcelona y desde Barcelona, lo que
explicaría por qué las cartas fueron siempre franqueadas en
la Ciudad condal. Nunca hubo en las proximidades de Tivissa
industria metalúrgica alguna, tampoco es visible el mar
desde la Sierra de Almós y en cuanto a los turistas
alemanes… bueno, no hay ninguna ciudad germana llamada
“Wien” lo más parecido es Viena, la capital de Austria.
Tal vez, sólo tal vez, alguno de los investigadores
que tomaron parte en el asunto tenía interés en activar la
zona por algún motivo e inventó el suceso con ánimo de
rescatar nuevos casos o puede que con la intención de atraer
el interés del público por esta zona catalana. Pero es sólo
una hipótesis, la Verdad espera ser desvelada algún día.
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