
En plena Plaza de Catalunya de Barcelona sucede algo curioso. Cuando el metropolitano entra en la estación algunos fines de semana parece traer sombras neblulosas en sus techos que desaparecen justo al entrar en la estación (¿Producto de la iluminación o los fantasmas de los metrosurfistas?).
De extraños y desconocidos sosprechosos: el viajero espera en el andén. En ocasiones, vive impresiones extrañas respecto a los demás usuarios del metro. Unos creen ver viajeros que creían difuntos en el andén contrario. Otros reciben la visita de bizarros personajes que te dicen cosas curiosas, cómo que te conocen y te vienen a dar un mensaje. Algo así le ocurrió a un testigo ocasional, que aún está confunso con su experiencia: Estanislao Román, cercano a la treintena por aquel entonces, vecino de la localidad barcelonesa de Sant Vicenç dels Horts.

Visiones de lo extraño: Luis Tellado de Barcelona nos comentó durante la emisión de un programa de radio de una experiencia psíquica protagonizada por él en una estación de metro. De pie junto a un banco, esperando el tren, miraba distraido las vías. La señal de que la máquina se acercaba se hicieron ver y oir. Efectivamente, el tren hacía entrada por uno de los lados, pero ¡por el otro costado venía un nuevo vehículo y lo hacía por la misma vía!. Cerró de forma instintiva los ojos e intentó apartarse del lugar. La colisión era inevitable. Sin embargo, un tren se detuvo y el otro lo atravesó engulléndolo por encima. ¿Todo un evento visionario? o ¿reminiscencias de un pasado no muy lejano?. Rebuscando en los papeles oficiales se comprobó que durante un tiempo las vías estuvieron intercambiadas de sentido.
Ese banco de espera: una anécdota que le sucedió a un desafortunado vecino de Sant Boi de Llobregat (Barcelona): acababa de salir del banco, de cobrar su nominal mensual, se quedó sentado esperando el metro que le llevara a su casa, pero nunca lo cogió, pues quedó difunto. Sentado en postura relajada y los ojos abiertos. Tres días después fue descubierto su estado. Un fallo por parte de los vigilantes de la estanción, pues deberían haber dado cuenta durante el cierre nocturno de las mismas que el lugar estaba ocupado (no es la primera vez que sucede algo similar. Esta leyenda se cuenta mucho en el metropolitano madrileño).
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